miércoles, 26 de febrero de 2014

Música Persa y Armenia




Excelente y variada recopilación de música persa y armenia.
Entre los temas de esta selección encontraréis algunas interesantes piezas de relajación.

viernes, 21 de febrero de 2014

El arte de la caligrafia: el trazo en el estado más puro de las formas



"Khaj Nazar"
Caligrafía (en griego: kalligraphía, letra clara): el arte de la escritura bella y legible nacida para codificar y decodificar el habla en una forma visual. 

Hace dos años, recibí una petición del director de la "Enciclopedia Mundial de Caligrafía" para contribuir a una próxima edición con muestras de la escritura armenia. Me dijeron que necesitaban los cuatro trazos principales ejecutados con la secuencia de golpes (la dirección de la escritura). Durante más de tres meses, me pasaba las noches dibujando letras, excavando todo lo que pude encontrar en mi biblioteca, sólo para descubrir que la caligrafía como disciplina era algo difícil de encontrar en el rico legado de la cultura armenia. ¿Cómo puede ser, me pregunté a mí mismo, que tenemos tan poco escrito sobre ella? Tenemos estudios de paleografía (la ciencia de la escritura), pero prácticamente nada en caligrafía (el arte de escribir). 

Alfabeto armenio Erkatagir 

¿Por qué la caligrafía como una forma de arte no evolucionó en la tradición cultural de Armenia? ¿Fue porque, en el momento de la creación de nuestro alfabeto, el arte de la escritura tenía un propósito muy práctico? ¿Por qué permanecer confinado a los límites del arte manuscrito durante siglos? Una parte dominante de la cultura medieval occidental y un estilo de vida en el Lejano Oriente (los japoneses toman la caligrafía como asignatura obligatoria en las escuelas), la caligrafía en la tradición armenia es sin duda una de las áreas menos exploradas y estudiadas. ¿Que era, pues, diferente en nosotros? 

El material al que tenía acceso sólo rasguñado la superficie. Pero una fuente de información fue cercana y accesible: la Biblioteca Gulbenkian en el barrio armenio de la Ciudad Vieja de Jerusalén. Miles de libros impresos en la biblioteca y algunos manuscritos muy bellos son tristemente encerrados allí en la capilla de Etchmiadzin. 

Nunca los había visto, y la posibilidad de que se me permitiera estar cerca de ellos, estaba en penumbra. Sí, es una realidad muy complicada y no somos campeones cuando se trata de compartir nuestro propio legado, incluso entre sí. Así que me volví mis ojos a los Matenadaran en Armenia. Curiosamente, lo que estaba buscando no estaba en el Matenadaran pero en la literatura y en el Museo de Arte. Me enteré de que la caligrafía como tema era parte de nuestra educación clásica antes del genocidio, y que muy pocos libros habían sobrevivido. Se publicaron en Nor Nakhijevan (1870), en Venecia (1834) y, en Tiflis (1884). 

La escritura es un arte hermoso. No hay duda en mi acerca de eso. Y tal vez la razón por la que tienen dificultades con el conjunto contemporánea de letras del armenio, se debe a que no hemos construido nuestra práctica actual con lo que se había conocido y olvidado. 

Yo estaba profundamente convencido de que nuestras letras eran para algo más que comunicar las palabras escritas. Su complejidad y simplicidad son desconcertantes. Sus orígenes son oscuros, a pesar del consenso ampliamente aceptado sobre el origen de la mayoría de las letras; los descubrimientos interesantes todavía se están haciendo y todo puede cambiar durante la noche. El descubrimiento de los papiros greco armenio es un buen ejemplo de ello. Es el ejemplo más antiguo sobreviviente de la escritura armenia. No hay papiro conocido que tenga caracteres armenios. Fechado alrededor del siglo VI, está escrito en griego con letras armenias. Pero, ¿qué letras? Es evidente que no la Mesropean Erkata'gir. Se creía que este tipo de escritura no se utilizó antes del siglo XI. 

Por lo tanto, la cuestión de la evolución lineal de escritura Armenia está abierto a debate y es lógico suponer que la falta de pruebas de la pronta utilización de Bolor'gir, Notr’gir y las letras transitorias sean explicadas por implacables circunstancias históricas: más de 10.000 manuscritos fueron quemadas por los turcos selyúcidas en 1070, tras un asedio de 40 años a la capital Kapan en la provincia Siunik del reino armenio de Bagratuni. 

Notas de música armenia 

Cuando comenzó a examinar los sistemas de escritura antes de la creación del alfabeto armenio, lo que llamó mi atención fue la antigua escritura demótica egipcia, debido a la estrecha semejanza de algunos de los caracteres del Armenio Bolor'gir. 

Sabía que durante su investigación, Mesrob Mashdots había visitado Alejandría, Egipto, donde la escritura demótica todavía estaba en uso dos siglos antes de su llegada, exclusivamente para los textos religiosos. El propósito inmediato de inventar un alfabeto fue la traducción de la Biblia al armenio. Es bastante lógico, entonces, suponer que Mashdots debería haber visto ejemplos de la escritura demótica, pero ¿qué le hizo hacer uso de ellos? Lo que está claro es que Mashdots tenía la intención de orientar a los armenios hacia el oeste, por lo que la estética de los angulares Erkata'gir parecen elegantes inscripciones griegas y romanas, con letras grandes, erguidas y claramente separados. 

Como un guión es señalado, no escrito, y no es adecuado para una correspondencia rápida, ya que toma mucho espacio. Sería muy improbable que un hombre con esos profundos conocimientos como Mashdots se limitara a crear un solo tipo de escritura, lo que lo convertiría, puedo decir, en una decisión muy poco práctica. Las letras armenias revelan un complejo sistema de pensamiento en el momento de su creación en el siglo V. Interrelacionados con las matemáticas, la metafísica y la filosofía, nuestro alfabeto sigue siendo un enigma. Muchas preguntas siguen sin respuesta, pero al llamar la atención a estos rompecabezas históricos, se pueden crear las condiciones para su ulterior investigación y análisis de nuestro profundo patrimonio cultural. 

Metafísica y filosofía de la forma de la letra 

Cuando consideramos las cartas, nos encontramos con sus patrones en nuestra memoria. Visualizamos su estilo. Es muy similar a una melodía musical, que de forma natural se limita a declarar una respuesta emocional en nosotros, donde todos los elementos juegan un papel: el ritmo, la composición, el equilibrio, etc. 

Una hoja escrita a mano tiene una individualidad y una carga mayor de energía que una impresa. Un bello escrito siempre significa una ilustración y expresión individual de pensamientos, de emociones, sentimientos y opiniones estéticas. 

En cierta medida, la lógica es un arte devastador y donde la lógica comienza, el arte llega a su fin. Arte y caligrafía, en particular, es una categoría de características metafísicas y cualquier detallada explicación nos impide comprender la esencia de una pregunta. Es posible que sólo el análisis retrospectivo de la caligrafía pueda cumplir con la lógica. 

Técnica 

El arte de la caligrafía debería ser tan puro y libre de errores, como la realización de arte musical, en la que un error no se puede corregir porque ya se ha producido; la única forma de evitar que esa obra maestra esté libre de errores, es la constante formación y la experiencia. 

La belleza de este oficio radica en la composición, de la acumulación, diferentes repeticiones, capas, rítmicas entrelazamiento, interacciones de grandes y pequeñas escalas de formas, uso de acabado superficial, la naturaleza de tempo, velocidad y los movimientos de la forma, y la continuidad de la improvisación del autor. 

Se fomenta el sentido de líneas, formas, textura, espacio y ritmo. Por otra parte, exige una considerable cantidad de esfuerzo interior, pero los resultados, ese cultivo de cualidades como la diligencia, precisión, paciencia, atención y moderación, son insustituibles. 

Las clases regulares con una pluma y pincel caligráfico ayudan para hacer frente a la pereza y a desarrollar una ojo rápido, la capacidad de concentración y pensar lógicamente. Y esto, a su vez, contribuye enormemente al desarrollo artístico del pensamiento y de su imaginación. 

Una de las áreas más importantes de la caligrafía es la nitidez de las terminaciones. En caso de duda, las pinceladas pierden su brillo. Durante la práctica de la caligrafía, hay que estar concentrados en cada trazo de que todos los pensamientos sobre el trabajo desaparezcan de la mente, ayudando a lograr un estado saludable del espíritu. La acción de dibujar un trazo en pincel demanda confianza. Cuando otros pensamientos ocupan su mente, esa línea perfecta es inalcanzable. 

La caligrafía es la matriz de las letras, su lugar de origen, el lugar donde los personajes nuevos se desarrollan. La lucha por la expresividad emocional y gráfica de un signo era típico de la tradición antigua de la escritura. 

Importancia de la tradición de la escritura en la edad post-moderna 

Los antiguos reconocieron la importancia de la caligrafía en la formación y en el desarrollo de la personalidad humana. Una letra y una palabra están estrechamente relacionadas entre sí, y cada letra es significativa, es la melodía de una línea, la fuerza de presión de la pluma, la longitud de un derrame cerebral. Escribir las letras y estimular la percepción de la composición gráfica. Absorbida por los logros científicos y técnicos de la era del ordenador, de alguna manera hemos perdido y olvidado algo importante, que es inherente a todos nosotros y que jugó un papel importante en nuestra evolución: la forma gráfica del lenguaje. 

El debate sobre qué fue primero, si la palabra verbal o el gráfico, todavía no esta terminado. Este fenómeno siempre ha sido de una naturaleza dual: ¿Qué es la palabra, es la escritura o el significado?. Por ejemplo, cuando en la escuela, temas tales como retórica fueron eliminados de los programas de estudios, la caligrafía desapareció poco después. Poco a poco, entonces, el significado de la palabra y el pensamiento se devaluó. 

La aparición del bolígrafo en 1968 mató al resto de la cultura de las letras, y llevado a la sociedad moderna a una “disgrafía” total (una deficiencia en la capacidad de escribir). 

Hoy los niños escriben en cualquier caso, celebran letras como quieren. Como resultado, tienen un stock pobre de palabras y tienen dificultades para expresar correctamente pensamientos e ideas tanto en forma oral como escrita. El bolígrafo no sólo dificulta los movimientos de los músculos de la mano, sino que también frena el proceso de pensamiento y de imaginación. No es de extrañar que año tras año, el nivel de los estudiantes universitarios se deteriore. Es más y más difícil encontrar estudiantes que sea capaces de realizar trabajo creativo. 

Fisiólogos y maestros del siglo XIX dieron cuenta de que la caligrafía ha influido positivamente en los órganos sensoriales de la persona, desarrollando y fortaleciendo su carácter. Ellos creían que "La caligrafía es una medicina y que capacita cerebros y almas". Investigaciones a largo plazo en el desarrollo de métodos para preparar especialistas han demostrado que la caligrafía es la manera más efectiva para alcanzar estos objetivos, ya que amplía la amplia gama de las peculiaridades psicofísicas de un estudiante. De hecho, abierta o encubiertamente, la caligrafía interactúa con otras disciplinas durante el período educativo. 

Conclusión 

Creo que debemos utilizar todos los medios disponibles para reactivar nuestra tradición caligráfica. La abundancia de talento sin cultivo ni tradición no permitirán que nuestros hijos no realicen plenamente su potencial artístico. El primitivismo y el funcionalismo han mutilado la cultura de la comunicación, negando al escrito gráfico la oportunidad de mejorarse artísticamente, y a la persona, mejorase espiritualmente, por el sencillo medio de usar papel, tinta, y pluma estilográfica o pincel. El arte de la escritura bella es el vínculo con nuestro pasado, y dada la atención que merece, puede ayudar a dar forma a nuestro futuro como una nación de rico patrimonio artístico. 





Sobre el Autor 

Rubén Malayan (1971) es un artista, fotógrafo y director de arte nacido en Armenia que vive en Tel Aviv, Israel. Graduado de la Escuela de Arte Terlemezian (pintura) y del Instituto Estatal de Bellas Artes (gráficos) en Yerevan, Armenia. Director de arte distinguido con una rica historia del diseño gráfico y de producción televisiva, su carrera abarca más de 15 años e incluye una amplia experiencia en prácticamente todos los tipos de producción de los medios, incluyendo la animación de difusión y trabajo de cámara. Realizó exposiciones de arte a nivel local y en el extranjero. En los últimos años, Rubén ha estado trabajando en un libro ("El arte de la caligrafía de Armenia/ L'Art Calligraphique Armènienne") que se centra en la evolución de la tradición caligráfica y colocándolo en un escenario en el que puede ser estudiado como una organización independiente como forma de arte. Está siendo diseñado para servir como fuente de referencia e inspiración para cualquiera que esté interesado en este tema y para iluminar su futuro, ofreciendo ejemplos inspiradores de trabajo caligráfico contemporáneo. Recientemente (septiembre de 2010) ha dado conferencias sobre el arte de la caligrafía en Ereván, Armenia. Los trabajos de Rubén han sido publicados en varios libros y revistas en Israel, Armenia, EE.UU., Países Bajos y Francia. Su trabajo como director de arte ha recibido de la crítica reconocimiento por sus efectos visuales y por la industria de radiodifusión.


Publicado y traducido al español en: soyarmenio.com 
Un lugar de referencia absoluta para este blog 
y adonde que os animamos a seguir sus publicaciones.

domingo, 16 de febrero de 2014

Armenios de Irán en España y Sudamérica en los siglos XVII y XVIII


El historiador francés Fernand Braudel caracterizó la red económica creada por los armenios de Nueva Djulfá (en armenio, Nor Djughá), suburbio de Ispahán (Irán) fundado en 1605, como un “imperio comercial”. Mucho antes del Genocidio Armenio de 1915-1923, los armenios estaban presentes en todo el mundo.

Y si los extremos se tocan, puede afirmarse que ambos extremos de ese imperio estaban anudados por una de las grandes potencias de la época: España. El “imperio donde el sol nunca se pone”, según la famosa frase del emperador Carlos V, poseía las islas Filipinas en el Lejano Oriente y América central y meridional en el Lejano Oeste. Los mercaderes armenios eran una presencia familiar en Manila, desde donde a menudo daban el “gran salto” vía Pacífico hacia Acapulco: en 1735, Pedro de Zárate (Petros di Sarhat, probablemente), un comerciante armenio arribado a ese puerto y establecido en la ciudad de México era juzgado por la Inquisición por cargos de herejía.


Grabado antiguo de la ciudad de Ispahán.


Pero por el otro lado los comerciantes de Nueva Djulfá viajaban a España y cruzaban el Atlántico hacia el Nuevo Mundo. Esta ponencia ofrece una apretada síntesis de esa historia poco estudiada hasta el presente.

Los comerciantes se establecían en los dos puertos hispanos principales, Cádiz y Sevilla, lo cual era bastante lógico. Sevilla se habia convertido en la puerta hacia las Américas tan pronto como Cristóbal Colón había vuelto de las Indias occidentales. En 1590, el monje Sarguís, en viaje de peregrinación desde Armenia occidental a Europa occidental, arribó a Sevilla y registró el primer testimonio armenio sobre el descubrimiento del nuevo continente. En su crónica de viaje hablaba de los cinco navios de carga con una tripulación de 500 marinos que traían las riquezas del Nuevo Mundo al Viejo: “es el oro y la plata que crecen solos; es algo maravilloso”.  

Una década después, en 1601, un comerciante armenio, Jorge da Cruz, se registraba en Cádiz, proveniente de Goa, en la India portuguesa. Su nombre no debe llamarnos a engaño, tal como lo hemos visto más arriba: era la traducción de su probable nombre armenio, Guevorg di Jachik (“di” es la abreviación del armenio ordí, “hijo”).  

En este período anterior a la fundación de Nueva Djulfá hubo un viajero armenio a Sudamérica. En 1607 Eliseo da Sarbanga llegaba al extremo más austral del continente: Tierra del Fuego. Su crónica, traducida del armenio al griego, se publicó en versión italiana en 1609.  

Don Eliseo, quizás un miembro de la antigua comunidad de Djulfá, ciudad armenia de Najicheván (en actual territorio de Azerbaiján) destruida en 1604 por el shah Abbás III de Persia, había zarpado de Ragusa, en Dalmacia (hoy Croacia), en noviembre de 1606 y había llegado a Sudamérica en abril del año siguiente. Su objetivo era la pesquisa de nuevas tierras que los grandes descubridores del siglo XVI habian dejado inexploradas, como ser la Terra di vista del fuoco et incognita, es decir Tierra del Fuego. Don Eliseo, después de un año de estadía y vida con los nativos, volvió a Europa con algunos sobrevivientes, donde llegó en 1608.  

Una versión armenia, traducida en Esmirna al dialecto de Nueva Djulfá en 1665 y cuyo manuscrito fue hallado y publicado recientemente, habla de un cierto Bargham Balalakénts, “llamado Sarbanga di Paleologo Armeno in fuentes europeas” y también conocido como “Don Eliseo”. Pero la comparación textual demuestra que el anónimo traductor de esta versión ha condensado la mayor parte de la información hallada en el texto italiano, con algunos cambios y malas intepretaciones, adjuntando algunos datos originales, por lo que se deduce que hubo un segundo viajero a Tierra del Fuego, Bargham, pero esta vez en 1663-1665.  

Bargham partió de Venecia, en noviembre (no se menciona el año), y repitió, según el texto armenio, más o menos el mismo itinerario de Don Eliseo. Por supuesto, la condensación del texto ha hecho que se perdiera la mayor parte de la información sobre su propio viaje, aunque hay detalles que difieren. Algunos de ellos se encuentran en el párrafo final: “Con estos siete hombres Don Eliseo, es decir, Bargham, fue al rey de España para pedir tropas y suministros para ir a conquistar el lugar. Se fueron durante la primavera pasada y están allí; su jefe y protector es Bargham Balalakénts”.  

Tenemos que suponer que Bargham, al comando de soldados españoles, había vuelto a Tierra del Fuego cuando la traducción se estaba finalizando en el otoño de 1665. No hay testimonios adicionales ni fuentes suplementarias. Esta traducción al armenio es una valiosa evidencia de que todavía hay mucho por descubrir o confirmar.

Subrayemos que un Estado profundamente católico como España no iba a permitir que crecieran comunidades extranjeras en su territorio, a menos que fueran católicas. Por lo tanto, es posible que la mayor parte de los individuos que mencionamos en este trabajo, y algunos de ellos se proclaman explícitamente, hayan sido nacionales armenios de fe católica.

Por otro lado, desde los primeros días de la colonización España se había mantenido en “estado de alerta”. En 1505, la Casa de Contratación de Sevilla había prohibido a los extranjeros que viajaran a América y reafirmado esta interdicción en 1538. En 1629 la prohibición se extendió a que los no españoles accedieran a cargos públicos. Sin embargo, medios para quebrar las leyes y, consecuentemente, para remediar el quebrantamiento siempre hubieron. Desde el siglo XVI, un pago llamado “composición” permitía a los extranjeros ilegales la legalización de su status. Era un suerte de soborno legalizado, bastante popular en el siglo XVII, cuando el imperio español, con sus arcas vacías, estaba ansioso de dinero contante y sonante.

El mismo año en que el acceso a los cargos públicos fuera vedado a los extranjeros, nos encontramos con el primer armenio mencionado por nombre en Latinoamérica. Esto no es extraño. En 1607 ya había grupos de trabajadores armenios en Jamestown, Virginia, y en 1619 John Martin el Armenio estaba cultivando tabaco en la misma colonia. John Martin también era un armenio de Persia, probablemente de Nueva Djulfá.

Entre 1628 y 1643 vivió en Perú, Bolivia y Chile un clérigo español, Fernando de Montesinos, quien en una narración histórica de Perú, publicada en 1869-1870, escribía: “Yo conoci y ví en la Hamérica, Griegos, Alemanes, Ungaros, Armenios, Ingleses, Franceses, Olandeses y Moriscos y he sabido que ha habido turcos (...)” Montesinos sabía perfectamente de lo que estaba hablando, siendo capaz de diferenciar armenios, turcos y “moros” (árabes).

Un año después de su arribo, apareció el primer armenio identificado por su nombre. En Bolivia, más exactamente en La Plata (posteriormente Charcas y Chuquisaca, hoy Sucre), no lejos de las mundialmente célebres minas de plata de Potosí. Una descripción en latín del Nuevo Mundo traducida al armenio durante el siglo XVIII afirmaba que “ésta es una pequeña aldea y tiene numerosas minas de plata, porque de cien gramos de tierra obtenemos ochenta gramos de plata purísima, lo que es inaudito de otras partes”.  

Los metales preciosos de América habían atraído a millares de personas desde el primer momento. Nada extraño, entonces, que un armenio se hallara entre ellas. El 23 de diciembre de 1629 el notario eclesiástico de La Plata, Pedro de Torres, registraba que “casé según orden de la Santa Madre Yglesia a Jacome Armenio, natural de la ciudad de Ereban en Armenia y residente en esta de La Plata, con Catalina Rodríguez, nativa de esta dicha ciudad”.  

No parece descabellado pensar que Jácome, es decir, Hakob el Armenio, era parte de la comunidad armenia de Sevilla que se habia dedicado al comercio con América, especialmente de la plata, necesaria para la emisión de moneda en Irán Según Fray Antonio Vázquez de Espinosa, quien vivió en Perú entre 1617-1619, había 23 italianos, corsos y flamencos residentes en La Plata. Por omisión, podemos afirmar que Jácome se estableció allí después de 1619. Es plausible que, aunque nacido en Ereván (actual capital de Armenia), proviniera de Nueva Djulfá, donde muchas familias de Ereván se habían reinstalado después de 1604-1605 y fundado allí el barrio de Nueva Ereván. O, de lo contrario, y esto nos parece más probable, tenía menos de 25 años y había nacido precisamente en ese barrio de Nueva Djulfá.  

Una de las fuentes frecuentemente citadas pero aún inéditas sobre la historia del comercio de Nueva Djulfá es el “Compendio” del maestro Kostandín Djughayetsí, escrito en 1687, una suerte de manual de comercio donde se hallan catalogadas las pesas, medidas, unidades monetarias y leyes de los lugares visitados por los mercaderes armenios. En dirección oeste, nos encontramos con la siguiente lista de lugares: “Mesina, Livorno, Venecia, Alemania, Marsella y Francia, Inglaterra, Amsterdam y Danzig, España y el país de Yenkiduní”, que no era otra cosa que América (cf. el turco Yeniduniá, “Nuevo Mundo”).  

Esto no era de sorprender. Entre 1580 y 1640, cuando los Habsburgo de España también reinaron sobre Portugal, los armenios solían transportar seda a Cádiz, que tenía el monopolio del tráfico comercial con el Nuevo Mundo. En 1660 el mercader Zakaría Aguletsí escribió en su diario: “[L]os navíos de Zheygiduní cargan en Calis y descargan en Calis, no hay otro lugar; esta ciudad está en España, es una gran isla”. Por supuesto, Zheygiduni es una variante de Yengiduní.  

Algunos autores españoles han fechado los orígenes de la colonia armenia de Cádiz en el siglo XVI, pero según los registros gaditanos, los armenios estaban presentes desde 1649, el mismo año en que Mëkërtich hijo de Hovhannés tenía relaciones comerciales en la ciudad con las “Nuevas Indias”.  

La mayoría de los miembros de esta diminuta colonia eran armenios católicos. Estos se convirtieron en miembros de la cofradía de Jesús el Nazareno, que tenía capilla propia en la iglesia de Santa María. Un curioso resto y recordatorio de esta colonia semiolvidada son los mosaicos holandeses de la capilla, donados en su mayoría por los hermanos Davut, Boghós y Hakob en 1670-1671, como lo registran las inscripciones en los mosaicos y en la pila bautismal situada en la entrada de la iglesia:





La fecha armenia 1129 es 1680 en el calendario europeo. La fecha 1670 muestra que el autor de la inscripción posiblemente calculara mal al leer la versión armenia.

Los armenios de Cádiz eran importadores de mercancías orientales. El cónsul francés en la ciudad informó a su gobierno en 1676 que tanto en Cádiz como en Sevilla “ellos venden y despachan las más grandes cantidades de mercancías (...) seda, lana, textiles, cintas de oro y plata, instrumentos de hierro, especias, medicinas, ropas (...)” y que “muchos armenios se hallan establecidos allí”.  

Los armenios gozaban de una buena reputación. Según el testimonio de un cierto Pedro de Noriega en Lima, en 1699, “conoció desde que tuvo uso de razón a los de la nación armenia y que estaban tenidos y reputados entre todos los de aquella ciudad y reino por cristianos, católicos, romanos y muy bien opinados y que se portaban siempre en ejercicios honestos y crédito, siendo de los primeros en el crédito y opinión de la mercancía y no supo ni entendió cosa en contrario”.  

No obstante, pareciera ser que en otras partes de España los armenios se habían dedicado al préstamos de dinero con intereses usurarios, lo que había sido causa de descontento popular. También se los acusaba de ser “cristianos tibios” (es decir, cismáticos) y espías del sultán turco. El 26 de febrero de 1684 el rey Carlos II ordenó su expulsión de la Península. El correspondiente edicto decía:

“Manda el Rey, nuestro señor, que todos los armenios que se hallaren en nuestra corte y en otras cualesquier ciudades, villas y lugares de estos reinos, salgan de ellos pasados los seis meses que han de corresponder el día de publicación de este bando y que en los dichos seis meses puedan libremente las mercaderías con que se hallaren”.  

Los armenios de Cádiz, usando su devoción a la cofradía de Jesús el Nazareno como certificado de buena fe, pidieron ser exceptuados. También contaban con la solidaridad explícita de los líderes de la cofradía, el arzobispo local y el gobernador. Después de seis meses de gestiones, un decreto real fechado 23 de enero de 1685 les concedió derecho a permanecer en el país. Como prueba de su gratitud, resolvieron hacer una donación anual a la cofradía consistente en un peso por cada paquete de mercancía que pasara por aduanas. El documento firmado el 3 de julio de 1685 tenía doce firmas, seis de ellas en armenio (los otros seis comerciantes no sabían firmar)25. Entre ellos encontramos a Jácome de Zúcar, uno de los donantes de 1670-1671; “Juan Bautista de Toros”, citado en 1664 como Mëkërtich hijo de Hovhannés; “Gregorio de Uxan” y “Juan de Zacarías”, ambos mencionados en el mismo 1685 como Grigor Oskán y Hovhannés hijo de Zakariá.  

Pero también hallamos el nombre de un armenio que luego fuera el segundo, hasta el día de hoy, documentadamente establecido en Sudamérica: Juan Bautista Jácome (probablemente Mëkërtich hijo de Hakob).

En 1699 Jácome presentó un certificado de sus orígenes aristocráticos en Lima, la capital del virreinato de Perú, donde era dueño de un comercio. Ocho personas, tres de ellas armenias, oficiaron de testigos.  

Sabemos por ese documento que Jácome había nacido en 1671 y había arribado en España a los diez años de edad con su padre, Juan Jácome de Thomas (Hovhannés Hakob hijo de Tovmás). Era nacido en Ereván, pero podemos suponer con un grado de certeza que se refería al suburbio de Nueva Ereván en Nueva Julfá. Quizás su padre ya había fallecido en 1685, cuando Jácome firmó el petitorio al rey antes citado. Había sido propietario de un comercio en Cádiz, por lo que debió haber viajado a América como adulto, en la década de 1690.

Los otros miembros de su familia era su madre, María Dilán, y sus hermanos Jácome de Asúcar y Garrafa y David de Asúcar, cuyos nombres coinciden con los de los donantes inscriptos en los mosaicos de la capilla de Santa María. Jácome había ido primeramente a México, la capital del virreinato de Nueva España y la ciudad más importante de Hispanoamérica en aquel tiempo. No es casual, creemos, que en su manual de comercio de 1699, “Tesoro de medidas”, uno de los pioneros de la imprenta armenia en Europa, Ghukás Vanandetsí, registraba el valor del marco holandés de oro y de plata en Nueva España, su única mención del Nuevo Mundo en ese libro. Es obvio que ya por entonces comerciantes de Nueva Djulfá habían frecuentado ese mercado con más asiduidad de la que creemos.  

Con posterioridad, Jácome había pasado algún tiempo en los puertos de Panamá y Portobelo. Durante los siglos XVII y XVIII, el eje troncal de la ruta España-América era Tierra Firme, es decir, el istmo de Panamá con las ciudad de Panamá y la posteriormente desaparecida Nombre de Dios en ambas costas oceánicas.

Jácome tenía tres testigos armenios, como dijimos: dos sacerdotes católicos, Benito Pasón y Esteban Jirán, y un laico, Pedro Juan de Armenia. Los sacerdotes no son totalmente desconocidos para las fuentes. En 1692 el recién electo primado católico de Najicheván, P. Paul Baptiste o Boghós Mëkërtich, escribió que dos miembros de su orden, los padres Stepanós Shirán (Jirán) y Benedictos Pazuménts (Pasón), estaban de regreso de las Indias occidentales, pero, afrontando un océano tempestuoso, habían perdido la mayor parte de los donativos que habían colectado allí. Es posible que años después hubieran retornado a América con la misma misión y hubieran permanecido por algún tiempo en Lima, donde se encontraron con Jácome, a quien conocían de Nueva Djulfá.  

Otro documento de 1700 afirma que Jácome se había casado con una dama española, Maria Redruejo Saravia. El último documento disponible hasta el presente, fechado en 1730, proporciona el nombre de su hija: Isidora Ana de la Rosa Jácome de Olivares.  

Hacia la misma época, a través de un historia algo cómica, tenemos la mención de un armenio que partió en Cádiz como mayordomo de un buque en diciembre de 1728 y, por este hecho, estamos tentados a suponer que pudiera ser de Nueva Djulfá. El cruce del Ecuador generó las consiguientes festividades a bordo. Cien años después, cuando Charles Darwin cruzó el Ecuador rumbo a la Patagonia, las mismas celebraciones se produjeron a bordo del “Beagle”. Los pasajeros y la tripulación debian pagar un rescate al “presidente de la línea” (el dios Neptuno), o de lo contrario eran arrojados al agua desde el mástil más alto, sujetos a una cuerda. Uno de los viajeros, el padre Cayetano Cattáneo, escribió en una carta que el presidente “condenó a una maulta mayor de lo que había establecido al Mayordomo, o sea el Ecónomo del buque, que era un armenio muy gordo y que padecía sumamente con el calor, porque se presentó despechugado, lo que atribuyeron a falta de respeto”. Y el barbero también fue condenado a la misma sentencia, es decir, “a sumergirse en el mar como el otro”, pero fue perdonado a último momento por ser un enfermero.  

El buque se dirigía al Rio de la Plata. Atracó en Montevideo y luego en Buenos Aires en abril de 1729. No sabemos el nombre del gordo ecónomo armenio ni de su destino posterior.

En el interín, hay mucho por hacer en los archivos españoles y latinoamericanos. Tres siglos después, las aventuras de los armenios de Nueva Djulfá en el Lejano Oeste aún no han deSvelado todos sus misterios.

Publicado originalmente en Transoxiana 12 de Agosto 2007 ISSN 1666-7050 Universidad del Salvador, Buenos Aires/ Hovnanian School, New Jersey © The Author(s) -- Los artículos son propiedad de sus autores. (Ley 11.723)  



La leyenda de la princesa orgullosa y el templo de Gndevank



Un joven príncipe montó a caballo hacia el palacio de Smbat del gobernante de Syunik, una de las provincias armenias. Entró en la sala profusamente decorada y anunció que había venido a pedir la mano de la hija de Smbat Sophia, que era reconocida por su belleza en todo el mundo. 

"Tal vez seas un pretendiente digno, pero aquí está mi hija quien es quien decide", respondió el rey Smbat. 

Entonces, de repente, Sophia entró, tan bella como una flor de la mañana. Miró al joven príncipe atrevida y sarcásticamente. Entonces, avergonzado, bajó los ojos. Quería mirarla de nuevo, pero ella se apoyó y dijo severamente: "Deberás construir un canal desde el río Vorotan al valle Vayots Dzor mientras yo construiré un templo. La primera persona en completar la tarea será declarada ganadora", 

El joven príncipe comenzó a cavar el canal. Trabajó días y noches sin dormir o descansar, pero dos días antes de la fecha límite se dio cuenta que estaba fuera de tiempo – tenía sólo dos tercios del camino. Desesperado, el príncipe corrió al palacio de su padre para pedirle ayuda. Su padre le aconsejó que debiera cubrir el lecho del canal restante con una lona blanca. El lienzo ondearía al viento y produciría los sonidos de las olas. Entonces sería imposible descubrir el engaño de la altura del acantilado. 

¿Y qué pasó con Sophia? La construcción del templo no fue menos exigente para ella. Puso todo su esmero en ello. Casi lo terminó y lo único que quedaba por hacer era poner una inscripción en la pared y pagar por la terminación de la cúpula por lo que ya había preparado sus pendientes favoritos, pero... justo en ese momento, llegó un mensajero y anunció que la construcción del canal se había completado . Vió de primera mano las aguas del río Vorotan corriendo por el canal. ¡Sofía quedó sorprendida! 

Corrió al acantilado, pero cuando se acercó, oyó el aleteo que sonaba como agua que cae de la lona. 

La muchacha orgullosa no podría vivir con esa pérdida y se dejó caer al profundo desfiladero. Sin embargo, el templo erigido por la bella princesa permaneció. Y las pendientes preciosas de Sophia, que le dio su nombre: Gndevank. 

Las 100 leyendas de Ararat es una antología gráfica y colorida de las tradiciones milenarias del pueblo armenio, interpretadas por los escritores y artistas modernos que ilustran cada una de las “100 leyendas de Armenia”, un libro editado por la fábrica de coñac Ararat.

Fuente: soyarmenio.org 
 

Pinceladas sobre la cultura armenia


Mujeres armenias con vestido tradicional delante de una Iglesia.
  • Los Armenios son una de las razas más antiguas de la historia. 
  • La mayoría de los Armenios tienen el pelo y los ojos oscuros. 
  • La gente de Armenia son personas muy sociables y hospitalarias. 
  • El traje típico de Armenia tiene algunas variaciones dependiendo de la zona del país. 
  • Las mujeres de Armenia llevan como traje típico faldas largas con un delantal y una blusa. 
  • Algunas mujeres llevan pantalones anchos. Los zapatos y las botas que llevan son puntiagudos hacia arriba. 
  • Los hombres de Armenia usan como traje típico pantalones anchos, chaleco de manga larga y un tipo de turbante. Las botas también apuntan hacia arriba en la parte final del dedo del pie. 
  • La larga historia de Armenia, junto a la mezcla de culturas, ha tenido un gran impacto en el arte del país. 
  • Las iglesias muestran la forma principal de arquitectura en la antigua Armenia. 
  • El siglo XII fue una edad de oro en la arquitectura eclesiástica de Armenia. 
  • Se construyeron un gran número de catedrales y monumentos con frescos en los interiores y esculturas de piedra en relación a historias de la Biblia. 
  • Los escultores de Armenia dejaron su marca en piedra, madera, marfil y metal. 
  • La producción de Khatchkars o lápidas hechas por los Armenios son inigualables, se pueden encontrar en cientos de cementerios y cerca de monasterios y catedrales. 
  • Las alfombras de Armenia también son conocidas en todo el mundo. Las más conocidas son las alfombras Kazakh y Karabakh.

Breve introducción al genocidio armenio


Uno de los principales motivos que tenemos para publicar este blog, ademas de las imagenes fascinantes del paisaje, las costumbres y la gente de Armenia, es contar la historia del genocidio armenio para el publico español. La verdad es que aunque tenemos mucha información sobre el tema no nos resulta sencillo hacerlo en la forma que consideramos oportuno. Por lo tanto nos parece que una breve introducción para que los lectores que no conozcan el tema vayan situandolo en su contexto; es de rigor.

Mapa con la extensión geográfica y la intensidad del genocidio armenio.

El genocidio armenio (en armenio: Հայոց Ցեղասպանություն; en turco: Ermeni Soykırımı), también llamado holocausto armenio o Մեծ Եղեռն (Medz Yeghern, "Gran Crimen"), fue la deportación forzosa y exterminio  de un número indeterminado de civiles armenios, calculado aproximadamente entre un millón y medio y dos millones de personas, por el gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio otomano, desde 1915 hasta 1923.  

Se caracterizó por su brutalidad en las masacres y la utilización de marchas forzadas con las deportaciones en condiciones extremas, que generalmente llevaba a la muerte a muchos de los deportados. Otros grupos étnicos también fueron masacrados por el Imperio otomano durante este período, entre ellos los asirios y los griegos de Ponto. Algunos autores consideran que estos actos son parte de la misma política de exterminio.  

La fecha del comienzo del genocidio se conmemora el 24 de abril de 1915, el día en que las autoridades otomanas detuvieron a 235 miembros de la comunidad de armenios en Estambul; en los días siguientes, la cifra de detenidos ascendió a 600. Posteriormente, una orden del gobierno central estipuló la deportación de toda la población armenia, sin posibilidad de cargar los medios para la subsistencia, y su marcha forzada por cientos de kilómetros, atravesando zonas desérticas, en las que la mayor parte de los deportados pereció víctima del hambre, la sed y las privaciones, a la vez que los sobrevivientes eran robados y violados por los gendarmes que debían protegerlos, a menudo en combinación con bandas de asesinos y bandoleros.  

Aunque la República de Turquía, sucesora del Imperio otomano, no niega que las masacres de civiles armenios ocurrieron, no admite que se trató de un genocidio, arguyendo que las muertes no fueron el resultado de un plan de exterminio masivo, sistemático y premeditado dispuesto por el Estado otomano, sino que se debieron a las luchas interétnicas, las enfermedades y el hambre durante el confuso periodo de la Primera Guerra Mundial. A pesar de esta tesis, casi todos los estudiosos -incluso algunos turcos- opinan que los hechos encajan en la definición actual de genocidio. 

Se lo considera por lo general el primer genocidio sistemático moderno; de hecho, es el segundo caso más estudiado de genocidio, después del Holocausto. Hasta la fecha 22 Estados han reconocido oficialmente el genocidio.






Reino armenio de Cilicia


Escudo del Reino de la Pequeña Armenia.
El reino armenio de Cilicia (también conocido como Armenia menor o Pequeña Armenia) fue un reino formado en la Edad Media por refugiados armenios que huyeron de la invasión selyúcida de Armenia. Se encontraba en lo que actualmente es Turquía sudoriental, en la región de Cilicia. El país fue independiente de 1078 a 1375 aproximadamente.

El reino de Cilicia fue fundado por la dinastía de los Rupénidas, que era una rama menor de la gran familia de los Bagrátidas, la cual ocupó los tronos de Armenia y de Georgia en distintos momentos. Su capital fue Sis. El reino armenio de Cilicia fue un importante y poderoso aliado de los cruzados europeos, y se consideraba a sí mismo como el bastión de la Cristiandad en oriente. Actuó también como foco de la cultura y nacionalismo armenios, pues Armenia (la Armenia mayor o Gran Armenia, al pie del Cáucaso) estaba ocupada por los turcos en aquella época.

Cilicia bizantina

Cilicia había sido reconquistada a los árabes por el emperador bizantino Nicéforo II Focas hacia 965. Tras ocuparla, expulsó a los musulmanes que vivían allí, y se animó a los cristianos de Siria y de Armenia a repoblarla. La inmigración armenia aumentó con la anexión de la Gran Armenia al Imperio bizantino en 1045 y la posterior conquista selyúcida 19 años después, lo que se tradujo en dos oleadas migratorias. Los armenios también se extendieron hacia el este desde Cilicia, por las regiones montañosas del norte de Siria y Mesopotamia.


Origen de los reinos armenios de Cilicia

Los armenios llegaron al servicio de los bizantinos como oficiales del ejército y como gobernadores, pero cuando el poder imperial en la región se debilitó en los años de caos que siguieron a la derrota bizantina en la batalla de Manzikert (1077), algunos de éstos aprovecharon la oportunidad para erigirse en dueños soberanos, mientras que otros, al menos nominalmente, siguieron reconociendo la soberanía bizantina. El que tuvo más éxito de todos fue Filareto Brachamios, un antiguo general armenio de Romano IV Diógenes. Entre 1078 y 1085, Filareto extendió su principado desde Cilicia a Edessa, pero a su muerte su territorio se desintegró de nuevo en señoríos locales. A finales del siglo XI, había seis principados importantes en la zona:

  • Lampron (más allá de Namrun, actual Camliyayla) y Babaron (Candir Kale), en el extremo meridional de las Puertas Cilicias, estaban en manos del ex general bizantino Oshin, fundador de la importante dinastía Hethúmida.
  • Al nordeste se encontraba el principado de Constantino I de Armenia, el hijo del príncipe Roupen I. El centro de su poder se encontraba en las fortalezas de Partzapert y Vahka.
  • Más al nordeste, ya fuera de Cilicia, se extendía el principado de Marash o Maraş (la actual Kahramanmaraş), regido por Tatoul, un antiguo dignatario bizantino.
  • Al este de Maraş, el armenio Kogh Vasil dominaba las fortalezas de Raban (la actual Altınaşkale) y Kesoun, como vasallo de los selyúcidas.
  • Al norte de éstos, en el alto Éufrates, se encontraba el principado de Malatya (Melitene), gobernado por Gabriel, uno de los antiguos oficiales de Filareto, también bajo soberanía selyúcida.
  • Por último, más allá de Malatya, estaba Edesa, dominada por Thoros, otro de los oficiales de Filareto, y yerno de Gabriel de Melitene.



La Primera Cruzada y el principado rupenida

Con la Primera Cruzada, los armenios de Cilicia tuvieron como poderosos aliados a los cruzados francos. Con su ayuda, defendieron a Cilicia de los turcos, tanto con acciones militares directas como por el establecimiento de los reinos cruzados vecinos: el principado de Antioquía y el condado de Edesa. Durante los siguientes dos siglos, armenios y cruzados fueron en parte aliados y en parte rivales.

Con el ascenso de los príncipes rubénidas, surgió una especie de poder centralizado en la región. A lo largo del siglo XII, éstos formaron algo parecido a una dinastía reinante, y lucharon con los bizantinos por el dominio de la zona. El príncipe León I fue derrotado por el emperador Juan II Comneno en 1137, y fue apresado con otros miembros de su familia. Murió en prisión tres años después. El hijo y sucesor de León, Thoros II, también fue apresado, pero logró escapar en 1141. Volvió a su reino para liderar la lucha contra los bizantinos. Al principio, con cierto éxito, pero finalmente, en 1158, tuvo que prestar vasallaje al emperador Manuel I Comneno. Los príncipes rupénidas siguieron gobernando Cilicia.

El reino de Armenia y otros estados surgidos del Imperio bizantino, hacia 1265
(William R. Shepherd, Historical Atlas, 1911).


El Reino de Armenia

En 1198 el príncipe rubénida León consiguió asegurarse el trono, convirtiéndose en el primer rey de la Armenia de Cilicia. La corono pasaría luego a la dinastía rival de los Hethúmidas, a través de la hija de León, la reina Zabel, por su segundo matrimonio con el príncipe Hethoum. Sus descendientes reinarían en Cilicia hasta el asesinato de León IV en 1341, cuando su primo Constantino IV de Armenia (Guido Lusignan) fue elegido rey.

A finales del siglo XIV, Cilicia fue invadida por los mamelucos. La caída de Sis en abril de 1375 puso fin a la historia del reino. A su último rey, León V de Armenia, se le concedió un salvoconducto y murió en el exilio en París en 1393. Su primo Jaime I de Chipre se convirtió entonces en pretendiente al título.  

Fuente: Wikipedia