martes, 10 de junio de 2014

Sevadan Gregoryan, raices de paz


En el mapa humano del mundo, existen pueblos que traducen en colores las historias más tristes de persecución y barbarie; pueblos perseguidos y prácticamente exterminados que recrean sus vidas cotidianas en manifestaciones artísticas que se caracterizan por la alegra policroma de sus formas, lineas y texturas... Exponente de un pueblo así descrito, es el pintor Sevadan Gregoryan, armenio. Comencemos a conocerlo a él y a su pueblo, en estas primeras pinturas:

Nacido en el año 1959, Sevadan Gregoryan, continua y expone a través de su arte, lo que ha sido peculiar en la historia de este pueblo y en su arte: el afán de una vida normal, plácida y pacifica. A lo largo de su historia como nación  Armenia, situada entre Asia y Europa, ha tenido que soportar el continuó asedio de ejércitos extranjeros. Siempre oprimida por diversos conquistadores, ha necesitado aferrarse a diversos modos de expresión para su fantasía y como anclaje de sus deseos de vida pacifica  en donde la familia y los afectos ocupan el lugar principal de su organización social.

Estas imágenes de familias reunidas en multicolores escenas, son casi una evocación genética del pintor, en busca de sus raíces más profundas, las que lo identifican y le dan su particularidad como artista y como ser humano. Adivino una mirada que busca en sus recuerdos infantiles, en los cuentos trasmitidos de generación en generación  la raíz que lo mantiene unido a una larguísima tradición que ningún conquistador ni política de exterminio logró destruir y, lo que me conmueve y sensibiliza, es que no se perciben tensiones ni conflictos irresueltos, rencores ni resentimientos en su trazo, todo discurre en armonía y de allí, la belleza inmensa de sus escenas. 

Las figuras femeninas son centrales y no sólo prestan su belleza, sino que aglutinan en su torno los valores que han logrado la sobrevivencia de este pueblo, sobre todas las vicisitudes de su historia. 

No son ajenas a sus pinturas las viejas historias de princesas y príncipes guerreros que han sido fuente de inspiración para tantos otros artistas armenios. 

Pero sin duda es en algunas de ella, en donde la historia pintada nos trasmite con más fuerza el pasado de desarraigo de las comunidades armenias, las que se vieron obligadas a dejar su suelo para buscar un lugar en donde vivir en paz. Si observamos con atención los siguientes, veremos en los detalles ese pasado trashumante del pueblo, quien lleva pegado a sus ropas y también como equipaje, todo lo más querido de su tierra, así  veremos las casas sobre los sombreros, el legado de los ancianos a los más jóvenes de una tradición que no debe perderse y que se prolongará en los niños. Frecuentemente, Sevadan coloca palomas en manos de los niños, clarísimo símbolo de un deseo profundo de Paz para el futuro de parte de quien, bien lo sabe, es el único camino, la única vía de sobrevivencia y prosperidad para las familias y las sociedades.

Sevadan Gregoryan logra sensibilizar al espectador y no lo hace con el recurso fácil del victimismo, sino trasmitiendo cómo siente a su pueblo, cómo lo conoce y, a partir de allí, sólo le resta confiar en la fuerza de su mensaje de paz, de solidaridad, de concordia y de todo aquello que hoy, lamentablemente, escasea en el mundo. Hace 98 años que el pueblo armenio fue casi exterminado por la insanía de algunos poderosos, pero este hombre rescata para honrarlo, todo aquello que tuvo y tiene de hermoso y humano, de simple y natural... y lo hace con la fe que algunos artistas tienen en la Belleza y en las buenas cosas de la Vida.

























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